jueves, 3 de abril de 2008

Por Nusetros Niños

Artículo rescatado del pasado y con la fecha ajustada a la de su publicación original.

Por nuestros niños es el lema que muchas asociaciones de padres han usado para defender los derechos de los infantes contra las perversiones del mundo.

Pero este es un tema mucho más complejo de lo que nadie quisiera admitir. Para empezar, he de destacar que muchos de los grandes “caballeros” por la defensa de los infantes, no son más que aprovechados que buscan hacerse público usando la polémica que el tema trae.

Partamos de una base que nadie quiere escuchar. Los encargados de educar a un hijo, son sus padres. El gobierno y el sector empresarial pueden proporcionar herramientas para facilitar y contribuir a dicha educación, pero es el padre quien debe hacer uso de las mismas. Obviamente, no se puede responsabilizar a nadie más de los problemas en la educación. La televisión no educa, las consolas tampoco. Son los padres los que deben educar.

Asumiendo la veracidad de la sentencia anterior, hemos de re enfocar esta cuestión diciendo “hay fallos en las herramientas para la ayuda al control parental”, y no decir “los videojuegos/televisión/libros están pervirtiendo a nuestros hijos”.

Habiendo sentado dicha base, trataremos ahora de penetrar en los posibles problemas al respecto. En primer lugar, hemos de tener en cuenta la condición viral y social de la información, es decir, que si un chaval tiene acceso a cierto contenido no lícito, se lo dirá a sus compañeros para que también lo vean. ¿Por qué?

Los chavales por naturaleza buscan lo prohibido y lo nuevo. Por lo tanto, si un solo hogar flaquea en la protección, a través del mismo todos los demás caerán. Resulta un poco extraño proponer esta situación con estas palabras, pero es una realidad. Todos hemos sido niños, y todos hemos visto cosas que no deberíamos, y hemos saltado normas de la casa. No seamos hipócritas y esperemos que nuestros hijos sean distintos. Ahora vamos a tocar algunos de los sectores donde se observan más problemas.

Empezaré por los videojuegos, ya que en estos días se han convertido en la mayor cabeza de turco de este asunto. Comienzo explicando que las consolas actuales tienen herramientas más que de sobra para proteger al menor de contenidos no lícitos. La flaqueza de esas medidas es el poco aprovechamiento que hacen las compañías de dichas técnicas y del desconocimiento de los padres al respecto.

Si un padre quiere que un niño no tenga acceso a violencia, sexo o lenguaje soez solo tiene que mirar la etiqueta de las cajas de juego y ver para que edad ha sido programado (http://www.pegi.info/es/), usar el bloqueo parental de las consolas para que esta no pueda reproducir juegos para mayores y, sobre todo, controlar lo que un hijo juega.

Los medios y asociaciones prefieren criticar a las tiendas por que “venden juegos para adultos”. Vamos a practicar ahora lo que yo llamo coloquialmente “meternos en los zapatos”, en este caso, de un vendedor en una tienda.

Un vendedor, ya sea de videojuegos, películas o discos,  tiene muchos clientes en una tienda, y no puede pararse a analizar uno por uno a sus clientes. En segundo lugar, hay una franja de edad en la que no se tiene claro a simple vista si un comprador es mayor o menor de edad. Por otro lado, muchas veces no son esos niños los que compran dichos juegos, sino sus padres “para que se calle”

También se da el caso de “mi padre me manda a comprar esto”. No son pocas las personas a las que conozco con padres que los mandaban de pequeños a comprar tabaco o alcohol “para papa”. Y si un vendedor se niega a venderlo, lo “recompensamos” por su preocupación dejando de comprarle nada.

Hemos de comprender que un vendedor “vende”. No podemos exigirle que ponga en peligro su empleo poniéndole pegas a que la gente compre. Si pretendemos que un vendedor pueda controlar la edad de sus clientes, pues entonces proporciónenosle una forma de hacerlo, es decir, una herramienta adecuada para ello.

Es fácil culparles de este problema sin darle opción a defenderse. También en los videoclubs los chavales acceden a películas para mayores sin que nadie los controlen. En las tiendas de discos, en las librerías....

Entremos ahora en Internet. Otro foco de perversiones, si cabe, mucho más complejo. Internet es una criatura viva y sin controlar que evoluciona a cada día que pasa. Poco puede hacer hoy por hoy un padre para controlar los contenidos a los que accede un hijo.

Ciertos proveedores de Internet proporcionan una herramienta que bloquea las páginas de contenidos adultos conocidas, proporcionando una contraseña al adulto por si quiere entrar en ellas. Este sistema, sin embargo, tiene el problema de depender de los conocimientos que tenga el proveedor sobre páginas peligrosas. Muchos creadores de páginas para adultos las etiquetan para advertir de los contenidos, pero no hay un sistema estandarizado para ello, por lo que no hay nada fiable.

Por otro lado nos encontramos con el problema de que los adultos hagan mal uso de páginas infantiles. Usaré como ejemplo un Chat. No son pocos los casos que conocemos de pedófilos haciéndose pasar por niños y captándole para todo tipo de fechorías. Existe un concepto que es el de moderador de Chat, pero siendo estos personas físicas, no pueden controlar a la vez la cantidad de conversaciones que se producen por minuto.

Hoy por hoy, lo único que se puede hacer, es estar pendiente del hijo en la medida que se pueda, y rezar para que no pase nada.

Sobre la música también debemos de hablar. Aunque no se comente mucho, existe el concepto de música para adultos. Música que tenga un contenido en las letras no apto para chavales.

Qué decir del cine y las series que no se sepa ya. Sin embargo observo que contra esta institución cargamos poco, cuando en la mayoría de los casos es la que más “perversiones” introducen. No pensemos que la violencia o un par de pechos al aire es lo peor que un chaval puede percibir en una película. Hay veces que el problema viene en la propia temática de la película. Pondré como ejemplo la película “réquiem por un sueño”. Esta es una buena película, pero en ningún sentido concebida para ser vista por infantes. Por mucho que quitáramos las escenas violentas o eróticas, la película seguiría tratando sobre las vidas de personas destrozadas por las drogas, y de una forma muy cruda.

Sobre los libros más de lo mismo. Hay que tener cuidado con la lectura a la que se accede. Recalcaré también que las revistas no dejan de estar al alcance de los niños, y que en muchos casos poseen contenidos mucho más peligrosos de lo que la gente imagina.

Ahora voy a comentar el caso más peligroso e ignorado de todos. La televisión. Tengo 29 años y puedo constatar sin lugar a dudas, que es el sector que más se ha degradado en estos últimos años. En mi infancia, teníamos la suficiente programación infantil como para ni plantearnos el prestar atención en los otros programas. Ahora, en los horarios en los que yo veía campeones o la panda de Julia, emiten reality shows con contenidos muy nocivos, no solo por lo que respecta a las imágenes, sino por el mundo morboso y sucio que nos enseñan.

En el TDT se podrían implementar herramientas que propiciaran el control parental, pero ante todo hace falta que sean los canales los que propicien su uso, con publicidad y por supuesto implementándolas. Obviamente, no serán eficaces hasta el apagón analógico, pero sería un paso.

También debemos procurar una alternativa a esos programas. Hoy por hoy, en Andalucía, solo Canal Sur 2 emite programación infantil. En el TDT contamos con Clan TV. Es posible que haya algo más fuera de mis conocimientos, pero no mucho más.

Si nos metemos en la piel del padre tampoco es fácil el tema. Llevar un trabajo y una casa adelante, con lo caro que está todo, mientras a la vez se educa al menor es toda una complicación. La ley del menor también tiene su pequeña parte de culpa. Supuestamente, por proteger al menor de los abusos de padres y profesores, lo que ha hecho ha sido darles herramientas a los niños para ejercer control sobre dichos padres y profesores. Un niño ahora puede amenazar con denunciar a cualquiera de ellos, complicando la situación hasta sus extremos.

Un profesor ahora tiene que lidiar con alumnos violentos que no le tienen respeto y con padres que encima les insultan si castigan a dichos alumnos. Las situaciones que la ley y los centros aportan no son mejores. Ahora, si un chaval hace algo malo, lo expulsan 3 o 4 días. Y ahí pregunto yo, ¿Donde meten unos padres trabajadores a su hijo si lo han expulsado? ¿Qué puede hacer un centro si un niño se pone violento? ¿Los encerramos bajo llave?

Si de verdad queremos plantarle cara a este problema, más allá de la demagogia, hemos de tenerlo como lo que es, un problema en muchos frentes. Los chavales de estos días tiene acceso a muchísima información, por lo que tendremos que aprender a enseñarles a distinguir y a labrarse su propia opinión. Sobre esas herramientas, hemos de perfeccionarlas.

En lugar de todo eso, demonizamos a los videojuegos, amenazamos con la cárcel a los vendedores que no puedan distinguir con toda certeza a un menor de un adulto sin mirar el DNI, y utilizamos eso de “y los niños, quien cuidará de nuestros niños” para conseguir publicidad, votantes y en el caso de los abogados como el infame Jack Thompson, dinero.

No tengo hijos, no se lo duro que es, pero intento recordar lo que se luchó para educarme a mí, e intento buscar soluciones. Quiero que los niños no vean contenidos para adultos, pero como adulto, quiero ver contenidos donde la violencia, el erotismo, o el lenguaje soez no se vean censurados por culpa de una mala gestión y una política demagógica.

Si queremos luchar contra estos problemas, busquemos sugerencias constructivas, demandemos soluciones basándonos en la lógica e intentemos que los proveedores de entretenimiento sean consecuentes con la situación y sobre todo, y ante todo, enseñemos a los chavales a distinguir lo que está bien y lo que está mal, algo que solo un padre o una madre, y en las edades más tempranas, puede enseñarle a un hijo.

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